Qué difícil es ser Dios

Ediciones Gigamesh anuncia para el próximo mes de diciembre la reedición del clásico Qué difícil es ser Dios de los escritores rusos de ciencia ficción Arkadi y Borís Strugatski.

Don Rumata de Estor es un aristócrata con una posición de privilegio en la corte de Arkanar, un prohombre cuya compañía es tan codiciada como su alcoba y de quien se cuentan hazañas milagrosas. Pero mientras que se desenvuelve con soltura entre duelos e intrigas palaciegas, se siente impotente a la hora de entender los mecanismos de represión que embrutecen el reino. Y su tragedia personal es que, como observador, sabe que no puede ni debe influir en el curso de los acontecimientos.

Disfrazada con desfachatez de novela de intriga y aventuras, y tan ágil como chispeante en ese sentido, Qué difícil es ser dios (1964) se abre ante el lector como una muñeca rusa, revelando capas y más capas de sugerencias y connotaciones que la han convertido en una de las cumbres de la literatura soviética. Ofrece un análisis certero sobre el totalitarismo y, a la vez, una reflexión vívida e incisiva sobre el papel que, como su personaje, se veían obligados a representar los propios autores para sortear la censura. Un clásico complejo y apasionante que presentamos en todo su esplendor en su primera traducción directa del ruso al castellano.

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La forja de un rebelde

Ediciones Cátedra acaba de presentar en su excelente colección Letras Hispánicas y en un volumen único el título clásico La forja de un rebelde del escritor Arturo Barea.

Gran parte de la vida de Arturo Barea Ogazón (Badajoz, 1897-Faringdon, 1957) transcurrió en medio de la pobreza. Su madre, que se había quedado viuda cuando Barea apenas tenía dos años, emigró de Badajoz a Madrid con él y sus tres hermanos. Madrid y el río Manzanares ocupan un lugar central en «La forja de un rebelde», trilogía que está llena de lugares de la memoria histórica y personal.

Por el puente de los Franceses, del Rey, de Segovia, de San Isidro y de Toledo, y por las zonas adyacentes, el Campo del Moro, Príncipe Pío, las Vistillas, la pradera de San Isidro, el paseo de San Vicente, el parque del Oeste, la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, por donde Barea correteó de niño, se disputaron los combates por la defensa de Madrid; y en el Jarama, donde desemboca el Manzanares, tuvo lugar una de las más cruentas batallas de la guerra.

Lo que hay de autobiográfico en «La forja», «La ruta» y «La llama» estriba sobre todo en haber «tratado de registrar», según confesaba Barea, «la vida tal como la he visto, vivido e intuido entonces, y registrar al mismo tiempo la historia de mi adaptación a aquella vida».

El libro consta de 1344 páginas y está preparado por Francisco Caudet.

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